miércoles, 30 de noviembre de 2011

Es lo que hay

     Siete de la mañana, mi reloj suena y mis sentidos empiezan a despertar. Su imagen se clava en mi mente al abrir un día más los ojos a la vida. Un triste vaso de leche y la primera ropa que pille en el armario. ¿No voy conjuntada? Que más me dará eso a mí. Los auriculares en mis oídos y música de fondo, siempre música de fondo. Seis horas que, algunos días se hacen eternas y otros, parecen pocas y, de nuevo, la pregunta... ¿Llegaré finalmente a lo que quiero en la vida? Habrá que ver el vaso medio lleno. Un día menos para la cuenta atrás y para dejar esta ciudad que, a excepción de unas amistades de las que ya no quedan, sólo me ha dado problemas. Música en mis oídos de camino a casa. Una comida acompañada de vasos de sonrisas ficticias y platos llenos de engaño. Y caigo de nuevo aquí, en el sofá. Me siento y espero. Espero un cambio que, quizás, nunca llegue. O que quizás está tan cerca de mí que no puedo verlo. Quizás mañana sea diferente. Dicen que la esperanza es lo último que se pierde no? En fin, un beso 

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