lunes, 21 de noviembre de 2011

Mío...

     Deseé con todas mis fuerzas que aquel momento fuera interminable. Una de sus manos rozaba mi cara mientras sus labios besaban los míos con tranquilidad, y la otra caía suavemente bajo el amparo de mi cintura, ansiosa a la espera de su tacto. Por un instante, abrí mis ojos y no, no estaba soñando. Él era quien estaba dándome aquellos besos, quien me miraba con dulzura y quien me sonreía cuando tocaba su nariz. Era él. No hacía falta imaginar que lo tenía, pues ya era mío...

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