viernes, 29 de junio de 2012

Vive.

¿Y quién sabe qué será de nosotros mañana? ¿Y quién sabe de sí mismo al despertar? ¿Y quién o qué domina nuestros destinos? Hoy puedo estar felizmente enamorada de la que creía la persona de mis sueños y mañana puede cruzarse por mi camino alguien que dé un vuelco a mi corazón. Decisiones que tomas en el momento, en ese preciso y concreto instante, parecen equívocas y disparatas cuando el amanecer se cuela por la ventana. Palabras que regalaste un ayer y hoy suenan como gritos en tu cabeza. Porque la vida es cambio, la vida te da razones y, a la vez, sinrazones. Te puede quitar las ganas de aventurarte a algo distinto y también despertar en ti un deseo indomable e inhumano de romper con todo. Por eso, creo que hay que exprimir cada segundo, cada oportunidad para sonreír y reír, sacarle el máximo jugo a la vida porque, ya se sabe, no saldremos vivos de ella.
Carpe diem.

domingo, 17 de junio de 2012

¿Sabéis?

Esta persona que aparece a mi lado se ha convertido, si no lo era ya, en una de las más importantes que pasean por mi día a día. No es de las únicas que me hace sonreír, pero sí es de las pocas que consigue una sonrisa constante en mi cara. 
Gracias.

viernes, 15 de junio de 2012

Sueño adolescente.

Hicimos cada esquina nuestra, al igual que unos niños jugando a la guerra crean sus murallas con montañas de zapatos. Bailamos al ritmo de un vals descordinado bajo la mirada de la luna, sonriente al vernos danzantes y sonrientes, como cada anochecer cuando, después de un largo día, nuestros labios volvían a encontrarse en el rellano de aquel nuestro hogar. Ese levantarme cada mañana para prepararte el desayuno, y que un día vengas tú por mi espalda y me agarres la cintura, beses levemente mi cuello y me susurres: buenos días princesa. U otros días que consigo dejarte dormida en la cama y entre sábanas te presento dos tazas de chocolate bien calentito y unas tostadas con mantequilla para las dos, mientras mordemos esas tostadas, sonrisas cómplices acompañan a la luz del día. Entrar en la ducha, poner música y cerrar los ojos mientras cae un chorro de agua caliente por el grifo y sentir como, poco a poco, se va abriendo la puerta de la ducha y un pie frío toca el mío mientras unas manos agarran mis hombros y me abrazan. Esa cama que convertimos en nuestro imperio cada noche, imperio de sonrisas, de miradas que no precisan palabra para expresar sentimientos, de besos en el cuello y caricias en la espalda, de roces, de sueños, de ilusiones. Un colchón convertido en el paraíso de los sentidos por dos personas que, simplemente, jugaban y se picaban a quererse un poco más de lo permitido. Decir que nunca me acostumbraré a vivir con ella, a sentir que está conmigo, porque cada día la experiencia que nos acuna es distinta. Nuevas formas de sentirnos, nuevas formas de querernos. Creo que es lo que hace que cada día al despertar, perciba que lo que siento por ella es innovador, es creciente y distinto al día anterior. Aunque lo mejor, o lo peor, de todo es pensar que todo es un borrador de sueños y promesas incumplidas que simplemente están vagando hoy por mi mente. La duda está en si algún día seré yo quien le lleve tazas de chocolate a la cama, o quien le bese al llegar a casa. No tengo miedo vivir, pero si a no vivir con quien yo quiero hacerlo.