martes, 3 de mayo de 2011

     A manos del silencio, tu boca consiguió besar la mía, un beso que hoy camina en los prados de mi corazón y logra encontrar un sentimiento entre las sinrazones del amor escondidas en la maleza que bordeaba la isla de un querer imposible. Bajo la atenta mirada de un sol que abrasaba, un rayo de oscuridad cayó entre nuestros labios separándonos, nuestras manos se volvieron a unir después del miedo pasado. Mi corazón lloraba pensando que esa sería la última noche que la vida nos volvería a juntar. Nos refugiamos en una casa que andaba cerca nuestra, donde una vieja cama fue nuestro lecho. Mis manos recorrían tu cuerpo, tus pies fríos buscaban tímidos mi piel. El embrujo de la lluvia y la pasión se hicieron presentes en aquella habitación cuando dos corazones jugaban a ser uno. Las flores guardaban gotas del aguacero ya pasado en sus recovecos. La ventana ayudó a los primeros rayos del alba a posarse en nuestros cuerpos desnudos y abrazados, y con el alma en el puño y la ropa en otro, un beso de puro amor marcó el amargo sabor de la despedida.

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