sábado, 14 de abril de 2012

Lluvia.

     Creo que nunca llovió tanto como aquel día. Las aceras eran grandes charcos donde los niños, a la mañana siguiente, con sus botas de agua, jugaban a salpicarse unos a los otros. Muchos otros pequeños escondían su mirada bajo la sábana mientras las gotas golpeaban fuerte los cristales de casa y los brazos de sus madres le acunaban y apartaban del miedo. También están aquellas personas que sonríen cuando ven llover, sacan su mano por la ventana y sonríen cuando una gota cae en su mano. Las hay que piensan sentadas en la cama en aquella persona que les hace sentir especial. Y luego están las personas como yo, las que apagan las luces, en el reproductor suena música lenta y con la única luz de la pantalla del ordenador iluminan su mundo, se pierden entre acordes y sonidos que les traen recuerdos, entre frases que en el pensamiento hacen mella y palabras que siempre te suenan bien. No nos apetece nada más que escuchar el tecleo de las teclas, la soledad y el doble sonido de la música y el agua cayendo al suelo, haciendo crecer la vida..

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