lunes, 9 de enero de 2012

     Cuando volví a abrir los ojos, allí estabas. Con la mirada perdida en el cielo y en el panel con los horarios de llegada de los próximos autobuses. Ahí, sonriente, callada y sumida en tus pensamientos de chica salvaje. Casi olvido el equipaje al verte apunto de empezar a bailar, acompañada de un leve hilo musical que irrumpía levemente el murmullo propio de las estaciones. Bajé corriendo de aquel sucio bus y corrí en tu busca, cuando aún no percibías que una chica lloraba de emoción y gritaba tu nombre a tus espaldas. Por un momento, sentí que el tiempo se paró; tu mirada y la mía se golpearon por primera vez y nunca creí que unos ojos pudieran transmitir tanto como aquellos que me observaban con dulzura. Tiré las maletas al suelo y agarré con fuerza tu rostro. Nos fundimos en un beso eterno y un abrazo con sabor a para siempre....

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